Colegio Guardias Jóvenes «Duque de Ahumada»

El «Duque de Ahumada»

Orígenes del «Duque de Ahumada» y su relación con Moctezuma

El origen del linaje del «Duque de Ahumada» se remonta, según consta en la documentación analizada, a la época en que Hernán Cortes llegaba en 1519 con su expedición a lo que hoy llamamos Veracruz. Al llegar a las Américas, Cortés busco alianzas entre las diversas etnias o tribus existentes en el enorme territorio que se abría ante sus ojos, sabía que sin ayuda no podría aposentarse y tomar las nuevas posesiones para el Rey.

Junto a un pequeño grupo de exploradores llega a la gran Tecnochtitlan, capital del imperio azteca, en ese momento la entidad política más importante de Mesoamérica. En su camino, estos guerreros han logrado varias victorias militares y diplomáticas, y los locales los han tomado por dioses. Tras una serie de acontecimientos, un grupo de mexicas se rebelan, Moctezuma es asesinado y expulsan a los españoles. En agosto de 1521, después de varias batallas y un asedio, Cortés y los españoles, gracias a las armas de fuego y sus caballos. Rinden a sus enemigos, conquistando Tenochtitlan y dando lugar a la Nueva España.

Hernán Cortés
Moctezuma

Uno de los hijos de Moctezuma Tlacahuepantzin Yohualicahuacatzin fue bautizado y renombrado como Pedro de Moctezuma, falleciendo en 1570. Su hijo, Ihuitemotzin, que para los españoles era Diego Luis de Moctezuma, fue llevado a España por orden de Felipe II y casado con Francisca de la Cueva y Valenzuela, noble española. A su muerte, Felipe IV nombró a su hijo, Pedro Tesifón, Conde de Moctezuma en 1624.

Tras varias generaciones y casamientos hubo uno en Ronda donde unirían sus linajes los descendientes de Moctezuma y los de la casa de Girón y Ahumada, siendo el que sería el futuro fundador de la Guardia Civil la undécima generación de los descendientes de Moctezuma.

Cuadro genealógico «Duque de Ahumada»

Nacimiento del «Duque de Ahumada». Futuro fundador del Cuerpo

El personaje del presente artículo se puede considerar como uno de los más relevantes del siglo XVIII y quizás de nuestra historia, estamos hablando de D. Francisco Javier, María de la Paz, Bernardo, José, Juan Neupomuceno, Eulogio y Leandro. Sus apellidos fueron los de Girón Ezpeleta Las Casas Enrile, aunque ha pasado a la posteridad con el nombre más reconocidos por todos del Duque de Ahumada, creador de la Guardia Civil en 1844, su visión, liderazgo y dedicación a servir a su país dieron origen a una de las instituciones más respetadas y queridas por los españoles.

Por lo tanto, su nacimiento ocurría en una familia noble y de reconocida tradición militar, está documentado que su nacimiento se produjo a las cuatro de la tarde del 11 de marzo de 1803, en el Palacio del Virrey de Navarra, sito en la ciudad de Pamplona, el recién nacido fue el único hijo que tuvo el matrimonio formado por Pedro Agustín Girón de Las Casas y María de la Concepción de Ezpeleta Enrile.

Escudo actual Navarra

El padre de Francisco, I duque de Ahumada y IV marqués de Las Amarillas, era entonces teniente coronel de la 3ª División de Granaderos de Andalucía, hombre llamado a alcanzar los más altos entorchados militares, llego con el transcurso del tiempo a conseguir el empleo de teniente general (1814), destacando también en política donde llegaría a ser nombrado ministro de la Guerra (1820).

Por vía paterna, la relevancia de la familia Girón-Ezpeleta estaba llena de raigambre militar, su tío Jerónimo era en aquella época teniente general y desde 1797 el virrey de Navarra. Su tía era hermanastra del teniente general Francisco Javier Castaños Aragorri. Éste era entonces comandante general del Campo de Gibraltar y sería capitán general, además de I duque de Bailén, en reconocimiento a la insigne victoria que las armas españolas alcanzarían cinco años después en la batalla de Bailén contra el invasor francés en la Guerra de la Independencia.

«2 de mayo» – Joaquín Sorolla

No era menos relevante por parte de vía materna, era nieto de José de Espeleta, también teniente general y que con el tiempo llegaría a lo máximo militar en la época, ser capitán general. Su paso como por ese empleo le llevó a Cuba (1785-1789), también Virrey de Granada (1789-1796) y de Castilla la Nueva (1797-1798), le hizo alcanzar un enorme prestigio a finales del siglo XVII. Para no hacer extenso el reportaje, señalar, que también fueron familiares suyos varios tenientes generales que ocuparon los cargos más importantes de territorios como Filipinas o Cuba.

Siguiendo con nuestro protagonista, se sabe que su bautismo fue el 13 de marzo de 1803, en la parroquia de la de San Juan Bautista de la Catedral de Pamplona, por el canónigo Miguel Marco, en virtud de comisión verbal del vicario general castrense. Siendo el padrino su abuelo materno, teniente general José de Ezpeleta Galdeano Beire.

Su padre, Francisco Javier Girón Ezpeleta, falleció en 1842, y aunque ya ostentaba desde 1835 el título de marqués de las Amarillas, se le unió el título de duque de Ahumada. Seguidamente, y habiendo contraído en 1834 matrimonio con Nicolasa de Aragón Arias de Saavedra, procedió a su vez a transferir el título de las Amarillas a su hijo primogénito Pedro Agustín Girón Aragón, entonces menor de edad y que llegaría, ya era tradición militar, a alcanzar el empleo de general de división (1892).

Escudo «Duque Ahumada»

Duque de Ahumada. Ingreso en el ejército

Como miembro de la nobleza, se benefició de los privilegios establecidos por Carlos IV para los nobles, y en 1815 se le concedió el ingreso en el Ejército con el grado de capitán (tenía tan sólo 12 años), en atención a los méritos contraídos por su padre en la Guerra de la Independencia. Su primer destino fue en las Milicias Provinciales adscritas al Regimiento Provincial de Sevilla. Conforme se hacía mayor fue ocupando puestos más relevantes, aunque sus inicios habían sido de continuo aprendizaje, no exento de continuos enfrentamientos en diversos campos de batalla, en algunos de ellos con relevancia como el de Torregorda, que fue un ataque marítimo de la batería de la Cantera y sucesos de Cádiz (1820).

Capitán Ejército en 1800 (De Miniaturas JM)

El levantamiento liberal en nuestro país, como otros en otros lugares de Europa en ese 1820, lo llevó al Ministerio de la Guerra a las órdenes directas de su padre, encargado del Despacho de Guerra. La nueva responsabilidad le permitió tomar contacto con la Corte y trabajar en el impulso que su progenitor pretendió dar al ramo de seguridad con el Proyecto de la Legión de Salvaguardas Nacionales, un nuevo cuerpo de seguridad a escala nacional que inspirado en la Gendarmería francesa pretendía que, en España, castigada continuamente por el bandolerismo y los contrabandistas y con una pobreza inmensa, hubiera orden. El proyecto no llegaría a buen puerto, pero en la mente de Ahumada quedaba para cuando la ocasión lo permitiera volver a la carga y hacer un cuerpo a nivel nacional que diera seguridad en todos los puntos y lugares del país.

Duque de Ahumada. Exilio en Gibraltar

La sociedad de la época era convulsa, la política y el enfrentamiento continuo entre seguidores de una línea y los de otra eran nefastos para una estabilidad política y con ello gestionar los problemas cada vez más acuciantes de la sociedad. Padre e hijo vivieron momentos complicados como el intento contrarrevolucionario de Fernando VII, con enfrentamientos armados entre la Guardia Real y la Milicia madrileña contra las tropas leales al Gobierno, aunque ambos padre e hijo supieron estar fuera del conflicto, pero temiendo que el fracaso de la revuelta había sido total, la familia Girón, y ante el temor a ser represaliados, abandonaron la capital con destino al exilio de Gibraltar, al que llegaron disfrazados de contrabandistas en el mes de octubre de 1822.

Poco tuvieron que estar en el exilio pues poco después, en 1823, las tropas del duque de Angulema controlaban la mayor parte del país, momento en que ambos volvieron a la milicia, Francisco Javier Girón volvió a su Regimiento Provincial de Sevilla, aunque fue sometido a información por la Junta de Purificaciones, lo que le obligo a solicitar en diciembre de 1825 la licencia militar, situación que prolongo durante tres años, reingresando en 1828 con el empleo de teniente coronel en Sevilla y después destinado al mando de un Regimiento Provincial en Plasencia, de guarnición en la isla de León y, tras su ascenso a coronel de Milicias, noviembre de 1830, destinado como jefe del Regimiento Provincial de Granada, con guarnición en Algeciras.

Luis Antonio de Borbon. Duque de Angulema

Duque de Ahumada. Actividad militar en Algeciras y Los Barros

Alejado de la Corte y de las continuas luchas de poder en la capital, Ahumada ejercía de militar, su profesión y vocación, desde su destino combatió las insurrecciones que tuvieron como escenario las costas algecireñas y Los Barros, respectivamente. Su currículo militar se enriquece por ello, y obtiene las divisas de coronel de Infantería en 1831.

Va adquiriendo un puesto relevante en el ejército y consiguiendo destinos más anhelados para seguir ocupando cargos de mayor relevancia, con su nuevo ascenso, le llega el destino al Regimiento de Granaderos de la Guardia Real y en el Provincial de Granada, con guarnición en Sevilla, donde le sorprende la muerte de Fernando VII y el consiguiente recrudecimiento de la reivindicación carlista.

Sus convicciones, mitad militares y mitad políticas, les hace estar a disposición de la nueva Reina y en contra de los intereses del hermano del rey falleció, el infante Carlos. En esa primera guerra carlista entre partidarios de uno u otro bando, no estuvo en primera línea de combate al inicio, pero cuando la guerra alcanzo una mayor actividad bélica fue llamado al primer plano del conflicto, siendo encargado de la vigilancia contra las partidas carlistas que actuaban en Andalucía, misión que cumplió a la perfección, hasta que, a finales de 1833, se traslada a Madrid, y en marzo del año siguiente se incorpora de nuevo a la Guardia Real, siendo ascendido a brigadier y destinado al frente del Regimiento Provincial de Granada, cuyo mando ya había desempeñado.

Primera guerra carlista. Cuadro Dalmau

Marqués de las Amarillas

En 1835, su padre recibió el título de duque de Ahumada, cediéndole a Francisco Javier el de marqués de las Amarillas. En junio de ese mismo año, otro cambio de destino, en esta ocasión regresó de nuevo a Madrid para encargarse de la Secretaría de Guerra en el Gabinete presidido por José María Queipo de Llano, VII conde de Toreno, un relevante político e historiador español, además de tener en su haber el haber sido el segundo presidente del Consejo de Ministros. Quizás su inquietud y poco apego a esa vida más placida le hizo replantearse su nuevo puesto, renunciando a su cargo pocos meses después, en ese momento cansado de muchas cosas decidió alejarse un tiempo de la vida militar, primero estuvo un tiempo en Madrid y después en Sevilla.

Corona de marqués

A finales de 1837, vuelve para trabajar a las órdenes de Narváez, una decisión que será muy positiva para su devenir posterior. Narváez o el Espadón de Loja era uno de los personajes más conocidos y poderosos de la época, un militar de prestigio y político español, que siempre estuvo en la cúspide del poder, siendo siete veces presidente del Consejo de Ministros de España entre 1844 y 1868.

A Ahumada se le encargó la misión de ejercer como jefe de la 3ª Brigada, pero Narváez viendo sus cualidades, tenía otros planes para él, rápidamente se dio cuenta de sus capacidades por lo que le nombro jefe de su Estado Mayor, lo que comenzó como una relación de trabajo acabo con el tiempo se tradujo entre ambos generales en el principio de una leal, sincera y estrecha amistad, siendo ambos al final participes importantes en el reinado de Isabel II, aunque al final esas relaciones con el tiempo se fueron deteriorando.

Los carlistas seguían demandando el reino de España, Ahumada bajo las órdenes del general Leopoldo O’Donnell luchaba contra un ilustre contrincante español, era Ramón Cabrera, un militar de renombre conocido como «El Tigre del Maestrazgo», que llego a participar en la Primera y Segunda Guerra Carlista. Nuestro protagonista estuvo en muchas batallas, siendo muy relevantes su papel en acciones como las de Montán, Alcora, Yesa, Alpuente, Collado o Aliaga (premiada con la concesión de la placa de la Orden Militar de San Fernando).  Su destacado papel contra los carlistas contribuyó a que la Reina regente, María Cristina, firmara el decreto de su ascenso a mariscal de campo, transcurría el año 1842.

El Tigre del Maestrazgo, general carlista

Con el general Narváez, hombre fuerte en los años 1843 y 1844, Ahumada seguía su lealtad al mismo, lo que le supuso valió su nombramiento como inspector de fuerzas a su cargo que le obligaba a viajar continuamente por España, conociendo en uno de sus viajes la organización de los Mossos de Escuadra, el cuerpo de seguridad que operaba en Cataluña y que tenía sus orígenes en el reinado de Felipe V, en concreto mediante la Real Orden del 21 de abril de 1719. Eso volvió a pensar en retomar su gran sueño, crear ese cuerpo de seguridad que operara a nivel nacional y que erradicara la inseguridad del país.

Ramón María Narváez

Narváez a la vista del informe que presentó Ahumada de su estancia en los distritos militares, donde hizo mención a la creación de un nuevo cuerpo de seguridad, vio del proyecto la organización de un cuerpo de seguridad con mucho interés, confiaba en su compañero de armas y sabía de sus enormes capacidades, quién mejor que él para afrontar ese nuevo reto, el Espadón de Loja también deseaba suplir la ineficacia demostrada por la Milicia Nacional y el resto de las instituciones regionales existentes en implementar seguridad en las zonas donde estaban desplegados.

La duda de una niña da nombre a la Guardia Civil

Y su sueño se cumplió con la firma del Real Decreto de 28 de marzo de 1844, por el que se creaba un cuerpo especial de fuerza armada de infantería y caballería. Parece ser que la idea de crear esa fuerza era vista muy positivamente por los dirigentes políticos y por la reina, que apenas tenía 14 años, cuando le presentaron el decreto para que lo firmase se le explicó que era una fuerza de seguridad pública con carácter militar. Y ella preguntó ¿Cómo que unos guardias armados pertenecen al poder civil? No entendía como unos guardias podían ser civiles. Con esto daba el nombre exacto: Guardias Civiles. Y así se quedó.

Isabel II de niña. Cuadro de Luís de Ribera

Creación de la Guardia Civil

A pesar de las reticencias iniciales de algunos políticos, al final se impuso la idea del duplo Narváez-Ahumada, y el 28 de marzo de 1844 se publica el decreto fundacional de la Guardia Civil. El inmenso trabajo encomendado al Duque comenzaba con una enorme ilusión, la situación en ese momento era explosiva en España, desde secuelas aún de la Guerra de la Independencia, el desastre en las colonias de Ultramar, los carlistas, la desamortización, etc., habían dejado un país pobre donde las arcas del Estado estaban vacías y la economía hecha un auténtico desastre, a lo que había que sumar otro mal, no menor como la seguridad, era una temeridad ir por caminos y pueblos, pues los asaltos tanto a carruajes como a personas eran continuos y muchos de ellos acababan con violencia o muerte.

Decreto fundacional

Ahumada comenzó a la mayor brevedad su enorme labor, afortunadamente contaba con, para él, los mejores colaboradores, hombres de enormes capacidades organizativas como los tenientes coroneles León Palacios y Carlos Purgoldt al frente de un pequeño pero capacitado equipo que dedicaba horas y horas de trabajo para que todo quedara plasmado por escrito y que el nuevo cuerpo fuera tomando forma.

Las primeras bases para comenzar bien el trabajo comenzaron a ser redactadas, como militares, Ahumada y su equipo se decantaron por crear un cuerpo militar, creían que el control del orden público pasaba por el Ejército a través de unos hombres dedicados de manera específica a ese cometido, pero integrado en el estamento castrense. Por esta razón se mostró en disconformidad con los postulados del primero de los decretos fundacionales, que otorgaban al cuerpo un carácter militar, pero con una marcada dependencia de las autoridades civiles.

Francisco Javier gracias a sus contactos con Narváez consiguió convencerlo de que se hiciera una nueva redacción de un nuevo decreto que supliera al anterior y que fuera más afín a sus ideas de cómo debía ser el nuevo cuerpo, por lo que el Espadón de Loja, al ser nombrado de nuevo presidente en lugar de Luis González Bravo, decidió reformar el decreto de 28 de marzo. Se publicó en la Gaceta de Madrid (hoy B.O.E.) un nuevo Decreto con fecha 13 de mayo de 1844, que supuso la implantación de una Guardia Civil claramente militarizada, al marcarle una dependencia orgánica dual: “Ministerio de la Guerra en lo concerniente a su organización personal, disciplina, material y percibo de haberes, y del de Gobernación por lo relativo a su servicio peculiar (art. 1)”.

Isabel II

Ya con el Decreto publicado, la tarea de Ahumada seguía siendo ardua pero ahora tenía libertad para hacerlo como él quería, comenzó a escribir al más mínimo detalle cómo debía ser el nuevo Cuerpo, no dejaba nada al azar, si una norma se quedaba corta, enseguida la volvía a redactar, una labor inmensa que dejo bien claro las enormes capacidades organizativas de tan prestigioso militar, tenía claro lo que debía hacer para ir superando los posibles inconvenientes en la sociedad del momento, en definitiva, su tenacidad triunfó.

Ahumada ya con plenos poderes para organizar el nuevo Cuerpo quiso dejar su impronta ante lo que sería la nueva oficialidad de la Guardia Civil, todos ellos escogidos por él entre militares con una gran hoja de servicios y de su confianza, ante ellos pronunció un vehemente discurso ante los futuros oficiales, donde dejaba bien claro lo que quería de todos ellos y les instaba a cumplir con cierta exigencias, desde sus numerosas obligaciones, sacrificios y deberes a los que estarían sometidos, insistiendo en la ausencia de militancia política. Lo esencial era que sirvieran a España y a los españoles, independientemente de la forma política que el país quisiera adoptar. Estaba —con esa neutralidad y tal vez sin saberlo— asegurando su longevidad. Ese discurso dejaba bien claro que bajo ningún concepto debía la oficialidad entrar en cuestiones políticas, a la vez que debían ser ejemplo en ello ante sus subordinados, debían ser un dechado de ideales que influyera en los nuevos soldados, pronto convertidos en guardias civiles.

Guardia Civil. Enfrentamiento con bandoleros

Y poco a poco, comenzó a ver “su obra” en marcha, meses después ya tenía a los primeros guardias civiles, todos provenientes del estamento militar, nada menos que pasaba revista a 1.870 hombres (de ellos 1.500 de infantería y los otros 370 de caballería), el siguiente paso era comenzar a distribuirlos por todo el territorio nacional, empezando por las zonas más próximas a la capital, como el mismo Madrid y, posteriormente cuando fueran llegando más hombres, desplegándolos por los lugares más alejados.

La Cartilla del Guardia Civil

Faltaba una pieza muy importante para el nuevo Cuerpo, era quien debía mandarlo, por supuesto el cargo fue para su creador, fue nombrado oficialmente inspector general del Cuerpo en octubre de 1844, seguía trabajando en darle unas directrices por escrito a los nuevos guardias civiles, de su puño y letra nacían reglamentos, ordenes, circulares de obligado cumplimiento para sus hombres, todo ellos debidamente aleccionados pues eran veteranos provenientes de la milicia y acostumbrados a cumplir las órdenes de sus superiores.

Y redactó una de sus grandes obras, que hoy en día aún pervive bajo el nombre de Código Deontológico y que es de obligado cumplimiento para todos los guardias civiles, alumnos o profesionales, nos estamos refiriendo a la “Cartilla del Guardia Civil”, una auténtica obra maestra, en la misma dejo escrito por donde se iban a regir los guardias civiles en su fuero interno, comportamiento público como soldados y como agentes del orden. La Cartilla lo regulaba prácticamente todo sobre la forma de proceder del guardia civil: desde su aseo personal hasta la vestimenta, desde cómo instruir sumarias hasta cómo realizar los más variados servicios. Nada quedaba a la improvisación. De esta forma, la idiosincrasia del guardia civil quedaba perfilada, y lo hacía según el más puro estilo de su fundador.

Cartilla 1845
Decálogo 2024

Los valores que recogía la cartilla, repetimos de obligado cumplimiento hoy en día, como abnegación, capacidad de sacrificio, austeridad, valor, disciplina, lealtad y espíritu benemérito no fueron producto de una época, todos los que pertenecen a este Cuerpo los llevan intrínsecos entre los pliegues de su uniforme.

Esa Cartilla conectó a todos los guardias civiles con unos valores que aún hoy siguen persistiendo, palabras como abnegación, sacrificio, firmeza y otras muchas han ido perdurando, trasladado a los millones de servicios a los españoles han significado para el Cuerpo muchos reconocimientos públicos, desde el título de Benemérito de 1929 hasta ser la mejor Institución de España, otorgado por los ciudadanos, pero sin lugar a dudas la mejor siembra que realizo el Duque fue que todos los guardias civiles hicieran como su credo profesional la Cartilla.

La Guardia Civil. Siempre en los lugares más difíciles

En apenas una década, los avances contra la lacra del bandolerismo y la delincuencia hicieron que la Guardia Civil resultara un éxito. Entre los años 1846 y 1847 el número de aprehensiones verificadas por el nuevo Cuerpo ascendió a 40.093 maleantes (delincuentes de todo género, contrabandistas, desertores, prófugos). Tanta eficacia consiguió el objetivo fundamental de su misión: devolver la tranquilidad anhelada a los caminos de España, a cambio muchos guardias civiles, de todos los empleos, caían o resultaban heridos en el cumplimiento del deber.

Guardias civiles 1844

Así lo refrendaba la calurosa acogida de la que era objeto la Guardia Civil por los pueblos y el empeño de éstos en contar con una casa cuartel era el mejor aval de los guardias (situación que hoy en día se sigue repitiendo, todos quieren contar con un Puesto en su localidad). Se instauraron las casas cuarteles, conforme a la idea que el Duque había diseñado, una peculiaridad del nuevo Cuerpo que se convirtió pronto en lugar de peregrinaje de tantos ciudadanos que necesitaban, de una u otra forma, de los “civiles”.

Su mérito no pasó inadvertido para sus contemporáneos, y su prestigio no cesó de aumentar mientras permaneció al frente de la Guardia Civil, en dos etapas, la primera de ellas durante diez años, en los cuales dejo bien anclados los cimientos del nuevo Cuerpo, prueba de ello que su obra se puede calificar de colosal, él fue el artífice de una nueva forma de dar seguridad a los españoles, siendo a día de hoy el Cuerpo de seguridad más longevo en España, pues desde su creación nunca ha dejado de existir y siempre bajo las siglas de Guardia Civil. Su dedicación se vio recompensada con el ascenso a teniente general en noviembre de 1846, posteriormente el nombramiento como senador en varias legislaturas, y la concesión, entre otras, de las Cruces de Isabel la Católica y de Carlos III, la distinción de la Legión de Honor francesa y la investidura como grande de España.

El «Duque de Ahumada» y el Colegio de Valdemoro

Entrada principal del Colegio de Valdemoro

Ahumada cuando ideó la creación del Cuerpo ya tuvo en cuenta que sus hombres, bragados en muchas batallas militares, eran los mejores para erradicar la enorme delincuencia y el bandolerismo que asolaba la Patria y, aunque en los diez años que duró su primera etapa al frente de la institución, consiguió erradicar casi en su totalidad los problemas de inseguridad, gracias a esos hombre vestidos de azul (recordemos que ese era el color de la casa que llevaba en su creación) y con ese extraño gorro (tricornio en su diseño de la época) los caminos y pueblos ya no eran intransitables, la “pareja” de guardias (una forma tradicional que aún hoy en día impera a la hora de realizar el servicio) daba paz y calma por donde pasaba y si algo ocurría allí estaban los “civiles” para intentar solucionarlo.

De la enorme labor de los guardias, civiles basta citar datos de los años 1846 y 1847 (afortunadamente conservados desde esos años), el número de aprehensiones verificadas por el Cuerpo ascendió a 40.093 maleantes (delincuentes de todo género, contrabandistas, desertores, prófugos, violadores, ladrones, asesinos, etc.). Tanta eficacia consiguió el objetivo fundamental de su misión: devolver la tranquilidad anhelada a los caminos de España, pero para ello hubo que pagar un enorme precio humano, cientos de guardias civiles caían en enfrentamiento con bandoleros y otras malas calañas y eso significaba que en aquellos años donde no había ningún tipo de ayuda dejar a sus familiares (padres, viudas, hijos) en la total indigencia, situación que preocupaba sobremanera al Duque de Ahumada.

Guardia Civil de la época fundacional

Y ahí salió la faceta paternalista de su personalidad, quizás influyera en ello que con su mujer Nicolasa habían tenido 9 hijos, y viendo a su prole que no pasaban ningún tipo de necesidad quiso de alguna forma ayudar, en especial a esas viudas e hijos, a que no vagaran de un lugar a otro mendigando, no en vano sus hombres habían dejado su vida por España. Tras una profunda reflexión buscando la solución llego a la conclusión que lo idóneo para erradicar ese problema de orfandad y quitar cargas económicas en especial a las viudas que los hijos de guardias estuvieran en un lugar donde poder darles una educación.

Y así lo puso de manifiesto con la creación de la Compañía de Guardias Jóvenes, cuyo funcionamiento alivió las penurias de muchas familias y sirvió como cantera de futuros guardias civiles. Todo, como era habitual en Ahumada y en el personal de su plena confianza, se planificó y en poco tiempo ya estaba en marcha el proyecto, los nuevos alumnos huérfanos de la recién creada Compañía-Colegio de jóvenes, serían admitidos, mantenidos, vestidos y educados militarmente, los hijos de los Guardias, Cabos y Sargentos de la Guardia Civil, a quienes pueda corresponder y aspiren a disfrutar esta gracia, con tal que a su buena conducta no adolezcan de imperfección o defecto físico.

El “corralillo” rompan filas

El ingreso de los huérfanos en el Colegio

El duque de Ahumada dictó una circular dirigida a los coroneles y tenientes coroneles jefes de Tercio, en la misma se impartían instrucciones sobre el derecho de preferencia a ingreso de esos jóvenes y para que llegase a conocimiento de todos los que considerasen que tenían derecho a solicitar plaza en la Compañía-Colegio, ordenó que además de su publicación en la correspondiente orden general de cada Tercio, se difundiera también a través de los boletines oficiales de cada provincia.

Las instrucciones eran claras, se establecían tres categorías. La 1ª correspondía a los hijos de guardias, cabos y sargentos, que, desde la creación del Cuerpo, “hubiesen muerto de heridas, golpes u otro accidente, recibidas aquellas u ocurridos estos en función del servicio, o que de sus resultas hubiesen fallecido”. En tal caso los huérfanos debían tener al menos la edad de 8 años cumplidos y ser solicitado por sus madres o tutores.

La 2ª categoría comprendía a los hijos del personal de los empleos citados, “que estuviesen separados del servicio por inutilidad adquirida en el que presta la Guardia Civil”. En este caso los aspirantes debían contar con 14 años y no ser mayores de 16, ya que la edad de 18 era la prefijada para dejar de pertenecer a la Compañía-Colegio y ser alta en el Cuerpo. Las peticiones debían ser elevadas por sus padres.

Y finalmente, la 3ª categoría comprendía a los de 14 años que siendo hijos de los que ostentaban los referidos empleos, estuvieran sirviendo en la Guardia Civil, o que en adelante lo hicieran. En tal caso, los padres debían solicitarlo expresamente y proceder de la clase de voluntarios o de contingentes reenganchados, teniendo preferencia los que contasen con más años de servicio en el Cuerpo.

Los aspirantes de la 1ª categoría tenían preferencia para ocupar la totalidad de las plazas. Si no se ocupasen se completaría con los jóvenes de la 2ª categoría, y si aún resultasen vacantes, se terminarían de cubrir con los de la 3ª.

Los huérfanos, una vez en el Colegio estaban hasta cumplir los 16 años, a esa edad tenían que tomar una decisión o seguir si tenían vocación para seguir la carrera de las armas e ingresar en el Cuerpo o abandonarlo. La mayoría seguía los pasos de su padre, por eso siempre se ha dicho que el Colegio en una cantera de nuevos guardias.

“Polillas” en el siglo XIX

Así se cumplía otro de sus sueños que dejo escrito, que mayor honor había que rendirles a tantos guardias civiles muertos o heridos en acto de servicio que la propia Guardia Civil velará por sus huérfanos, su mayor justificación para fundamentar la creación del Colegio era que era necesario y de justicia fue la siguiente: «Para premiar, así, en los hijos, las virtudes de sus padres». La aprobación de la Reina fue inmediata y así fue por Real Orden de 1º de abril de 1853, se creaba la Compañía de Guardias Jóvenes, el inició del actual Colegio.

Y claro, a los colegiales huérfanos era necesario buscarles un lugar donde formarlos, la capital del Reino en Madrid era por estar en el centro de España el lugar elegido, su primera sede fue el cuartel del Postigo de San Martín, en la actual Plaza de las Descalzas, sede en aquel entonces del Primer Tercio. Comenzaron bajo dirección del subteniente Graduado, sargento primero don Tomás María Pérez y Rodríguez, con él un cabo y un guardia de primera clase como instructores auxiliares, los tres primeros en ingresar fueron los huérfanos Hipólito Fernández Roldán, Gaspar Alvisu Jáuregui y Juan Teruel Baccé, el día 22 de abril de 1853, poco después se fueron incorporando hasta acabar junio con siete guardias jóvenes, el 31 de enero de 1854 ya fue promovido a Guardia Civil el primer Guardia Joven, fue Manuel Talón Domínguez.

El número de alumnos subía con rapidez, los guardias civiles seguían dejando su vida por los caminos de España y los huérfanos crecían, a finales de julio ya eran doce, era necesario cambiar el lugar, las tres habitaciones que les habían adjudicado se habían completado y se esperaban más chicos, por lo que el 31 de julio de 1853 la Compañía con los tres profesores y doce alumnos, se traslada a una antigua casa señorial en la villa de Pinto, a escasas “cuatro leguas y media de posta de la Corte” y unida a ella por el ferrocarril. Esta casa solariega, hoy Centro Municipal de Cultural, era conocida como “La Casa del Grande” y había pertenecido a la familia Pantoja de renombre en el pueblo.

Polillas de Valdemoro (año 1913)

El inmueble fue alquilado por diez mil reales de vellón al año, en este lugar permanecerían 2 años, 9 meses y 26 días, porque sus instalaciones pronto habrían de quedar nuevamente escasas, dado que el número de alumnos iba creciendo gradualmente y ya pasaban de los cincuenta lo que obligó a un nuevo traslado, y al no encontrar sitio en Pinto buscaron un muy cercano, fue a “dos leguas” en el pueblo de Valdemoro, allí localizaron un edificio que había sido fábrica de paños de nombre “Los Longistas”, muy amplio pero necesitado de una gran reforma, puestos a la obra en poco tiempo ya estaba habitable y operativo el nuevo Colegio, desde entonces y estamos en  el 26 de marzo de 1856 esa localidad quedaba unida a la Guardia Civil y así hasta nuestros días.

“Quintos de Valdemoro”
“Polillas de Valdemoro”

Fin de su primera etapa como Inspector General

Ahumada continuó al frente de la Inspección General de la Guardia Civil hasta 1854, cuando la “Vicalvarada” puso fin a la Década Moderada, de 1844 a 1854. Las aguas en política como era habitual estaban revueltas, llego una gran crisis de los moderados con la retirada de Narváez y la posterior eliminación de Bravo Murillo al frente del Gobierno, facilitó el regreso de los progresistas. Su firmeza a la hora de intentar abortar la asonada, dejaron en desairada situación a su amigo el general O’Donnell, auténtico ariete del pronunciamiento, que no pudo mantenerlo en el cargo, siendo relevado por el general Facundo Infante, afín a Espartero, y digno sucesor de Ahumada en la Guardia Civil por su determinante defensa del cuerpo en los momentos críticos en que se debatía su disolución para restaurar la Milicia Nacional, obra del progresismo por antonomasia. Pero también por el reconocimiento que hizo por la labor de su antecesor en el cargo, a quien a esas alturas nadie discutía su obra.

El “Duque de Ahumada”

Ahumada permaneció separado del servicio durante el “bienio progresista”, 1854-1856, veía que políticos y militares de la talla de O’Donnell y Espartero se enfrentaban por sus ideas, ello conllevaría que nuevamente el omnipresente Narváez volviera dirigir el Gobierno. Ello hizo que el Duque recuperará de nuevo y por segunda y definitiva vez el cargo de la obra que él había creado fue en octubre de 1856, a ello se unió un año después su nombramiento por segunda vez vicepresidente del Senado.

Alumnos delante de la estatua del Duque de Ahumada

Su agotamiento físico y mental

Quizás por la vida que había llevado, de un lugar para otro, con enormes responsabilidades militares y políticas, llegó un momento en el que su cuerpo se resintió, en 1858 Ahumada está agotado físicamente y bastante envejecido para su edad. Por tal motivo, sus visitas a las localidades de Bayona y Biarritz para tomar baños medicinales son cada día más frecuentes. Su declive físico y el regreso de los progresistas lo alejaron de nuevo, ahora definitivamente, de la Inspección General de la Benemérita, pero no de la política activa, que siguió de cerca a través de animadas tertulias, que compartía con importantes prohombres de la época.

Francisco Javier Girón y Ezpeleta de las Casas y Enrile. El «Duque de Ahumada»

También y después de muchos años de amistad con el poderoso Narváez, y debido a cuestiones políticas sus relaciones se enfrían llegando a censurar a Narváez su intento de utilizar a la Guardia Civil para beneficiar al Ejército en su afán de frenar la revolución (proyecto de puesta en marcha de la Guardia Rural). De O’Donnell, admira su lealtad incondicional a la Reina.

Guardias civiles a caballo. Años 1960-70

Los últimos años del Duque de Ahumada

Los últimos años de Ahumada vienen marcados por esta circunstancia. O’Donnell agradeció el apoyo con su nombramiento como comandante general de Alabarderos, es en junio 1862, en un momento en que Ahumada más lo necesitaba, el fallecimiento de su esposa y madre de sus 9 hijos le hace entrar en depresión, para él su esposa Nicolasa Aragón Arias Saabedra, con la que tuvo nueve hijos llamados Pedro (llegaría a teniente general), Javier, Inés, Agustín (llegaría a teniente general), Luis (llegaría a general), Concepción, Sancha, Rodrigo y Rafael (falleció como comandante en Cuba en 1896), fue un apoyo en todas sus decisiones.

A ello se unión que Narváez, antiguo amigo y ahora irreconciliable enemigo, lo releva del cargo y lo pasa a la situación de cuartel en 1866, consumando su irreconciliable posición y el fin de una larga amistad. Dolido y cansado, Ahumada alterna a partir de entonces largas estancias en su apacible retiro del sur de Francia, con las cada vez más cortas de Madrid, donde asiste, desde su escaño en el Senado, con estupor al imparable avance de la ola revolucionaria y el consiguiente crepúsculo de la monarquía isabelina, que tanto había defendido.

Archivo del Senado del «Duque de Ahumada»

Ahumada murió un 18 de diciembre de 1868, con tan solo 63 años, lo hizo en su casa madrileña de la calle de Factor, a escasos metros del Palacio Real. Según la partida de defunción que obra en la parroquia de Santa María la Real de la Almudena, el fallecimiento le sobrevino “repentinamente a consecuencia de una congestión cerebral debida a una lesión orgánica del corazón”. Su amor a la Guardia Civil era tal, que había ordenado en el testamento su expreso deseo de ser enterrado “vestido con mi uniforme de Inspector General de la Guardia Civil, que tanto me ha honrado […] y quiero también ser bajado hasta el carro y llevado luego al nicho en hombros de los guardias civiles, a quienes ruego asistan todos a mi entierro”.

La Benemérita, como no podía ser menos, le correspondió con la veneración que hacia su figura han sentido las distintas generaciones de sus componentes hasta hoy y su nombramiento como “Coronel Honorario de la Guardia Civil”, máxima distinción de esta institución. Sus restos mortales reposan en el panteón familiar del cementerio de San Isidro (Madrid).

Antes
Ahora

Conclusión

Y ésta es la historia de un gran hombre, lleno de virtudes y valores que durante su vida fue fiel a sus principios y que logró, gracias a su esfuerzo, ver cumplido su sueño: crear a la Guardia Civil, gracias a esos fuertemente anclados cimientos, la Institución ha sabido sortear durante sus 180 años esos fuertes vaivenes que han ocurrido a lo largo de sus décadas. La sociedad en general y sobre todo los miles de hombres y mujeres guardias civiles siguen teniendo a D. Francisco Javier María de la Paz, Bernardo, José, Juan Neupomuceno, Eulogio y Leandro como un visionario que supo anticiparse a las necesidades de su tiempo. Gracias a su iniciativa y determinación, nació la Guardia Civil, una institución que ha demostrado ser esencial para la seguridad y el bienestar de los españoles. Su legado perdura hasta nuestros días, siendo un ejemplo de servicio, honor y compromiso con el país.

Duque de Ahumada
Estatua en Valdemoro                                   
Su obra

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