Polilla Guardia Civil
“Para premiar en los hijos las virtudes de los padres”
El sentimiento “polilla” podemos decir que se inicia en el ya lejano, nació de la mano del fundador de la Guardia Civil Francisco Javier Girón y Ezpeleta de las Casas y Enrile, II Duque de Ahumada y V marqués de las Amarillas (V), un pamplonés que al crear la Guardia Civil ya preveía que la misión de asegurar los caminos de España y dar seguridad a los españoles sería ardua y conllevaría un coste humano muy elevado.
Cuando comenzó el despliegue de esos bizarros hombres fueron muchos los enfrentamientos con bandoleros y delincuentes, los hombres de Ahumada caían en acto de servicio y se presentaba un gran problema de subsistencia para sus viudas y huérfanos, por ello ideo la creación de un Centro en el que pudieran acogerse a estos niños y, en su caso, que siguiesen la tradición de sus padre en las filas del Instituto.
Y así comenzó lo que a lo largo de tantos años ha sido el ingreso en la Guardia Civil de los hijos del Cuerpo, llamados “polillas” años después, pero no adelantemos acontecimientos.
¿Qué significa ser Polilla en la Guardia Civil?
Ahumada, hombre que planificaba todo al detalle, había escrito que los nuevos alumnos huérfanos de la recién creada Compañía-Colegio de jóvenes, serían admitidos, mantenidos, vestidos y educados militarmente, los hijos de los Guardias, Cabos y Sargentos de la Guardia Civil, a quienes pueda corresponder y aspiren a disfrutar esta gracia, con tal que a su buena conducta no adolezcan de imperfección o defecto físico.
El duque de Ahumada dictó una circular dirigida a los coroneles y tenientes coroneles jefes de Tercio, las instrucciones eran claras, se establecían tres categorías. La 1ª correspondía a los hijos de guardias, cabos y sargentos, que, desde la creación del Cuerpo, “hubiesen muerto de heridas, golpes u otro accidente, recibidas aquellas u ocurridos estos en función del servicio, o que de sus resultas hubiesen fallecido”. En tal caso los huérfanos debían tener al menos la edad de 8 años cumplidos y ser solicitado por sus madres o tutores.
La 2ª categoría comprendía a los hijos del personal de los empleos citados, “que estuviesen separados del servicio por inutilidad adquirida en el que presta la Guardia Civil”. En este caso los aspirantes debían contar con 14 años y no ser mayores de 16, ya que la edad de 18 era la prefijada para dejar de pertenecer a la Compañía-Colegio y ser alta en el Cuerpo. Las peticiones debían ser elevadas por sus padres.
Y finalmente, la 3ª categoría comprendía a los de 14 años de edad que siendo hijos de los que ostentaban los referidos empleos, estuvieran sirviendo en la Guardia Civil, o que en adelante lo hicieran. En tal caso, los padres debían solicitarlo expresamente y proceder de la clase de voluntarios o de contingentes reenganchados, teniendo preferencia los que contasen con más años de servicio en el Cuerpo.
Los aspirantes de la 1ª categoría tenían preferencia para ocupar la totalidad de las plazas. Si no se ocupasen se completaría con los jóvenes de la 2ª categoría, y si aún resultasen vacantes, se terminarían de cubrir con los de la 3ª.
También había previsto (su orden estaba compuesta por 179 artículos) los huérfanos cuyos padres hubiesen fallecido en acto de servicio o como consecuencia del fuego o el hierro enemigo, si eran menores de ocho años, debían continuar al lado de su familia hasta cumplirlos, percibiendo tres reales diarios para su manutención y cuidado que percibía del Oficial más próximo a la residencia. Si su edad era entre los ocho y los diez años y no se incorporaban al Colegio, dejaban de percibir la pensión, a no ser que existiese una causa legítima. Cuando se incorporaba al Colegio lo hacían acompañado de una persona responsable, a la cual se le entregaban 90 reales para los gastos de locomoción; si la distancia a recorrer era superior a las sesenta leguas, el socorro se elevaba a 180 reales, “con el fin de que no lo verificasen a pie”.
Una vez en el Colegio, y cumplido 16 años, si sentía vocación para seguir la carrera de las armas e ingresar en el Cuerpo, era filiado con arreglo a las Ordenanzas. Caso contrario causaba baja en el Colegio, ésta se llevaba a cabo al frente de la Compañía formada, despojándole del uniforme a presencia de sus compañeros para que la medida sirviese de escarmiento.
Lo había previsto todo, nada de castigarlos con palos como era habitual entonces, su castigo sería privarlos de recreos y recargarlos de servicios y si era reincidente era llevado al “cuarto de corrección”, sin que por ello estuviesen dispensados del estudio y asistencia a clases. También dispuso que fueran tres las comidas por día en cantidad suficiente para poder aguantar el día.
El horario de actos era similar al de cualquier otro centro militar de estudios, y se dispuso que a las siete en invierno y a las cinco en verano se tocase diana (levantarse); una hora más tarde se pasaba revista de policía, y terminada ésta se repartía el pan seguido de la sopa. Finalizado el desayuno se daba la primera clase, que duraba dos horas; de once a doce, según la estación, era la segunda comida y a continuación una hora de recreo, pasando después a estudio; a las tres de la tarde volvían a clase, donde permanecían hasta las cinco que, en invierno, se les distribuía la cena, o de siete a ocho en verano; luego se pasaba al dormitorio para rezar el Rosario y dedicarse al estudio hasta el toque de silencio, que se daba a las ocho en invierno y a las nueve en verano.
A los Guardias jóvenes se les podía visitar solamente los domingos, y se prohibía que recibiesen dinero o efectos sin previa autorización del Comandante de la Compañía. En cuanto a la salud de los alumnos, se hicieron igualas con el médico y el cirujano de la población más inmediata, para que atendiera la enfermería del Colegio.
Se inició el proyecto en la capital, en el cuartel del Postigo de San Martin (actual Plaza de las Descalzas) comenzaron bajo dirección del subteniente Graduado, sargento primero don Tomás María Pérez y Rodríguez, con él un cabo y un guardia de primera clase como instructores auxiliares, los tres primeros en ingresar fueron los huérfanos Hipólito Fernández Roldán, Gaspar Alvisu Jáuegui y Juan Teruel Baccé, el día 22 de abril de 1853, poco después se fueron incorporando hasta acabar junio con siete guardias jóvenes, el 31 de enero de 1854 ya fue promovido a Guardia Civil el primer Guardia Joven, fue Manuel Talón Domínguez.
El número de alumnos subía con rapidez, los guardias civiles seguían dejando su vida por los caminos de España y los huérfanos crecían, a finales de julio ya eran doce, era necesario cambiar el lugar, las tres habitaciones que les habían adjudicado se habían completado y se esperaban más chico por lo que se cambió la sede a Pinto donde permanecieron cerca de tres años, pero al llegar a 57 alumnos más los profesores ya se quedó pequeño, trasladándose pocas millas más al sur hasta Valdemoro, donde hoy en otra sede siguen hoy día.
El primer alumno ingresado en el Colegio en Valdemoro, en el ya desaparecido “Corralillo”, fue José Martín Prado, el día 26 de marzo de 1856, causando, posteriormente baja, a petición propia, el 30 de mayo de 1865. El paso del tiempo hizo que fueran ya muchos los alumnos lo que hubo que realizar obras de mejora.
El Colegio siguió su vida y fueron llegando grandes momentos, como la primera bandera que se le otorgo en 1878, que estuvo presidiendo todos los actos donde intervenían los colegiales hasta el año 1931; también el himno del cuerpo que salió del Centro, la letra la llevo a cabo entre los años 1915 y 1916 la religiosa Asunción García Sierra o el nombramiento en 1864 como patrona del Colegio de Guardias Jóvenes a la Virgen del Pilar, que en 1913 pasaría a ser la Patrona de la Guardia Civil.
Sentimiento y apelativo de «Polilla»
Este apodo es un guiño cariñoso para referirse a los alumnos de Guardias Jóvenes del Colegio «Duque de Ahumada».
Una de las muchas versiones de cómo surgió este apelativo constata que, hace muchos años, el General Inspector del Cuerpo observó, durante una revisión del Colegio, un pequeño agujero en el pecho del uniforme de un alumno muy jóven. Éste, al ser preguntado por la rasgadura, contestó con desenvoltura: “Señor, debió ser alguna polilla; lo digo porque anoche no lo tenía.” Ante esto, el General Inspector contestó con mucho afecto: “Tú sí que estás hecho un buen polilla.”Sentimiento “Polilla”
Es difícil trasladarlo al papel, pues ese sentimiento es intrínseco en cada uno de los chicos y chicas que han pasado por el Colegio, en cada época con sus cosas buenas y también menos buenas, con las vicisitudes de los momentos vividos, pero todo ello tiene un germen y no es otro que el ser hijo de guardia civil, el principal requisito para poder pisar las aulas del Colegio de Guardias Jóvenes en “Valdemoro”.
Muchos de sus alumnos y desde hace 35 años alumnas han nacido en Cuarteles y en ocasiones han viajado por muchos lugares de España siguiendo los destinos del o la progenitora, conocen el día a día del trabajo de sus padres y eso va haciendo camino y en muchos casos marcando una singladura para seguir los pasos de sus progenitores.
Y en cuanto a la vida puramente “cuartelera” el estar tantas horas con tus compañeros te hacen estrechar los vínculos de la amistad y del compañerismo, jornadas y jornadas de duro aprendizaje donde tus momentos buenos y malos los vives junto a ellos hacen que exista un nexo de unión a veces más allá de la amistad, pues dos años juntos hacen mucho.
A ello unimos la jerga de vocabulario de los “polillas”, su marcialidad al desfilar, su desparpajo en el servicio, su camaradería, etc., son señas de identidad de los más de 35.000 alumnos que han pasado desde la fundación de la Compañía de Guardias Jóvenes en el ya lejano 1853.
Entre las muchas señas de identidad de los y las “polillas” esta las primeras estrofas de su himno que dice:
Soy Guardia Joven
que aspiro y quiero
ser caballero de mi ideal
que es que mi Patria
sea Grande y Fuerte
sea Grande y Fuerte
siempre inmortal.
Que no cabe Guardia Joven
si deja de ser valiente
pues ha de cumplir la orden
aunque le cueste la muerte.